La incógnita de los emoticonos

La neurociencia busca desgranar el mayor fenómeno lingüístico de la era digital: por qué la mente no diferencia un 🙂 de una sonrisa

Hoy en día un ojo humano medio puede ver más emoticonos, por ejemplo un esto 🙂 o su equivalente dibujado, llamado emoji, que señales de tráfico o anuncios. Ese es el estado de la comunicación. Somos animales sociales y nos adaptamos pasmosamente los cambios culturales que nos rodean. En el este caso, la cultura es la de de los emoticonos, esos símbolos que le aportan ese toque de sentimiento al gélida comunicación escrita. Tal es su peso en un mundo que cada vez usa más el lenguaje digital que nuestro cerebro ya está programado para integrarlos y codificarlos como parte del léxico diario. Pero su significado y la manera en la que los recibimos no es tan sencilla ni obvia. Tanto, que son la nueva niña de los ojos de la neurociencia.
Gracias al trabajo de expertos en ciencias del comportamiento sabemos que las mujeres utilizan más los emoticonos que los hombres; que sirven para empatizar de una forma mucho más efectiva con desconocidos; que abusar de ellos no resta popularidad (nosotros escribimos 🙂 y lo que generamos es :(, dicho de otra forma) y que varían según las culturas. Si en Europa o Estados Unidos una sonrisa se expresa así 🙂 en Japón el emoticono correspondiente es este ^__^ Pero más allá de ello, el cambio radica en cómo nuestro cerebro se ha adaptado a los emoticonos y ha generado una forma de procesarlos idéntica a la de una imagen real.
“Ningún bebé nace con una respuesta innata hacia a los emoticonos”, afirma Owen Churches, neurocientífico de la Universidad de Flinders, en Australia. “Antes de 1982 [fecha en la que el informático Scott Fahlman propuso usar estos caracteres para identificar las bromas] no había motivos para que se activaran las áreas del cerebro sensibles a las caras, pero ahora sucede porque hemos aprendido a representar una cara. Se trata de una respuesta neuronal completamente creada por la cultura, y eso es bastante asombroso”, matiza.
Para llegar a la conclusión de que el cerebro reacciona de igual modo ante un emoticono que ante un rostro real, Churches lideró una investigación tras ver cómo sus alumnos cerraban sus emails con :-). Colocó electrodos a 20 participantes que tenían que mirar fotografías de rostros reales, de emoticonos y de secuencias de signos de puntuación creadas al azar que representaban emoticonos escritos al revés. Lo que comprobó es que cuando los sujetos miraban un emoticono de sonrisa o tristeza se activaba el mismo área del cerebro, el occipitotemporal, que cuando veían una cara física. Sin embargo, no había respuesta cuando se presentaban los emoticonos incorrectos (-: o )-:
Es decir, el cerebro parece haber aprendido que 🙂 es igual que una verdadera sonrisa y ha adaptado sus códigos de interpretación neuronal “traduciendo a nivel neurológico un nuevo fenómeno cultural y de lenguaje que ya es parte imprescindible de la comunicación”, escribe Catalina Pons, profesora de Comunicación personal y liderazgo en ESADE, en SinapsisLab.
Esta evolución de la respuesta neuronal ante un emoticono es bastante reciente, más que la aparición de los emoticonos, y tiene toda la pinta de ir en aumento si los seguimos utilizado con la misma asiduidad. Mientras que ahora el cerebro reacciona de igual manera ante una sonrisa real que de emoticono, en 2006 un estudio realizado en la Universidad Tokio Denki, de Japón, demostró que los emoticonos japoneses asociados a la felicidad y la tristeza ^__^ y T__T generaban actividad en la zona de procesamiento emocional de cerebro pero era una respuesta muy baja en comparación con la que se obtenía al observar caras reales. La razón más sencilla que lo explica es que en los últimos años el aumento del uso de los emoticonos ha sido tan grande que los reconocemos como caras más fácilmente que hace unos años. “Hace treinta años, esta activación de las áreas de la cara selectiva en el cerebro no se habría visto cuando se presentaba esto 🙂 Sin embargo, nuestro mundo ha cambiado y nosotros también”, remacha Churches.

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