Crecí en los 80 en Madrid. Aun recuerdo mi primer coche, un Volkwagen Polo GT, que aparcaba en la calle, cerca de la casa de mis padres. No fueron ni una ni dos ni tres, sino varias veces más, las que con un simple destornillador, los amigos de lo ajeno forzaron mi coche a principios de los 90.
El premio en aquel entonces era el radiocassete, y las primeras veces además el cargador de CDs que oculto en el maletero y que, tras varios robos, dejé de reponer. Eran los años de la compra-venta de radiocasetes. Cuando te robaban el tuyo, era habitual ir a ver si lo veías a la venta en el rastro, o ir a comprar otro allí, en ocasiones de dudosa procedencia.
Hoy uno casi sonríe con ternura pensando en aquellos viejos aparatos de hace veinte años que hoy en día serían literalmente inservibles. No hemos tenido algo similar hasta la llegada de los smartphones. Hoy, muchos años después, los Iphone, Blackberry, Samsung y, ni decir tiene, los iPad, han sustituido a la figura del radiocasete como oscuro objeto de deseo.
Hace pocas fechas leía unas declaraciones del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en la que establecía una relación directa del aumento de los crímenes en la ciudad y la llegada al mercado de estos gadgets, especialmente de los que tienen como preciado logotipo la manzana de Cupertino.
Así, en la ciudad de Nueva York se han registrado unos 3.484 robos más en 2012 que el año anterior, y del total de delitos contra lo ajeno, 3.890 han sido robos de productos Apple. Puede parecer trivial, pero dentro del esfuerzo que Nueva York realiza para detener los actos criminales, y que en los últimos años está dando numerosos frutos, la estadística la empaña el altísimo número de gadgets que está siendo sustraídos, y que hace repuntar los números totales de criminalidad. Hasta el punto que la policía de Nueva York ha tenido que dar instrucciones precisas para evitar hurtos, que incluyen consejos sobre cómo y dónde llevarlos, y qué tipo de accesorios utilizar para llevarlos más protegidos.
El problema empieza a ser de tal magnitud, sobre todo en lo relativo a los dispositivos iPhone en el metro de la ciudad, que la policía está utilizando a agentes de paisano como señuelos: llevan de forma visible sus iPhone, para así poder detectar y detener el número de robos.
Los productos Apple tienen aplicaciones de seguridad como Find my Iphone que son útiles para poder borrar de forma remota el contenido de un aparato sustraído, así como para geolocalizarlo en un pequeño radio de acción. Pero si la persona lo tiene apagado, o manipula el software, puede resultar insuficiente.
Hace apenas algunas semanas, frente a un restaurante, observé con atención a unas personas que buscaban un iPad robado en el aparcamiento. Sabían que estaba por allí, pero no concretamente en qué coche, y estaban tratando de adivinarlo preguntando de forma inocente a quién recogía su coche si, “por casualidad, había encontrado un iPad”.
Me temo que no tuvieron mucha suerte, pero poco a poco la tecnología se lo pondrá más fácil a los chorizos de siempre. Esos que arrancaban a la fuga con un radio-cassete entre las manos son primos hermanos de los que hoy, en plena calle, arrancan a la fuerza un iPhone de la mano de un viandante.
[Via ElConfidencial]