Llegó el esperado día. El pequeño Gregory encabezó la columna de cinco hermanos que se dirigía decidida a descubrir qué les había dejado Santa Claus bajo el árbol. Ninguno de los cinco Hoffman pudo resistir ese inconfundible hormigueo en el estómago: ¿recibirían toda la lista de regalos?, ¿habría alguna sorpresa? La pequeña tropa recorrió atropelladamente la distancia que separaba sus respectivas habitaciones hasta llegar al salón, donde montones de regalos se apiñaban con sus respectivos nombres. En el quicio de la puerta, Adam y Janell observaban embelesados la estampa. Aquel año, con todo, sería diferente. Gregory, el mayor de los cinco hermanos, había dejado claro en su carta cuál era su regalo más deseado: un iPhone.
Y el asunto despertó un debate entre los Hoffman que resultará familiar para muchos padres. ¿Es correcto regalar un móvil de al menos 600 euros a un niño? Janell dio con una fórmula que buscaba compensar pros y contras del asunto y, ¿lo adivinan?: la solución se ha hecho viral.
Los días previos al 24 de diciembre fueron de intenso debate entre este joven y cohesionado matrimonio. Ambos tenían claro que Gregory era un gran muchacho y si se atenían a los resultados académicos y el comportamiento en casa, el joven merecía el regalo. Pero el recelo se apoderó de sus padres: por un lado, se trataba de un regalo muy caro, un auténtico dineral que queda fuera del alcance de los bolsillos de muchos adultos, que puede fomentar una banalización del valor de los elementos materiales y, sobre todo, de lo que cuesta conseguirlos.
Pero por otro lado, y esta era la mayor preocupación de los padres, el iPhone podría cortar las alas de un divertido Gregory, que hasta entonces se dedicaba a andar en ‘bici’ y jugar con sus amigos. Ya saben, la típica estampa, cada vez más habitual, del rostro ensimismado de un crío aislado del mundo por la pantalla de un móvil.

Sentido común y disciplina
La joven madre, tras muchos dimes y diretes, dio con una solución que contó con el visto bueno de las partes implicadas: redactó una serie de normas básicas que el pequeño Greg debería cumplir a rajatabla para poder seguir disfrutando del smartphone. La lista de normas acompañó al regalo y Janell decidió publicarla en su blog personal, convirtiéndose pronto en viral. El estricto contrato comenzaba con un guiño al pequeño Greg: “Eres un chico responsable y te mereces este regalo”, pero pronto se desgranaron las normas y condicionantes que determinarían el uso o no del iPhone por parte del crío. Porque el primer punto lo dejaba claro: “Te quiero con locura, pero quiero que sepas que este iPhone es mío, -escribió Janell- yo lo pagué, yo me hago cargo de las facturas… ¿no soy genial?”. Así, hasta dieciocho.
El listado continúa tocando los puntos claves que más preocupaban a sus padres: “Deberemos saber siempre cuál es la contraseña”, “tienes que contestar siempre que te llamemos”, “si se te cae, se rompe o estropea, tú serás responsable de repararlo”, “no lo podrás llevar al colegio: tienes que hablar con tus amigos en persona”…
Más tarde se adentra en terrenos más espinosos: “Nada de porno; busca información en él que compartirías abiertamente conmigo”. La célebre normativa combina hábilmente el cariño y el afecto con el rigor: “Seguro que vulneras alguno de los puntos. Yo te quitaré el móvil, nos sentaremos y hablaremos, y empezaremos de nuevo. Somos un equipo y estamos en esto juntos”. Sentido común, cariño y disciplina en una carta que circula a velocidad de vértigo por la red.
[Via Cotizalia]