Los analistas prevén ventas de decenas de millones de unidades de estos aparatos. La llegada del ‘smartwatch’ de Apple puede tirar de esta nueva categoría


En los últimos años, el mundo de la electrónica de consumo ha vivido pendiente de su próxima revolución. En la era de internet todo surge con mucha rapidez. En poco menos de cinco años, las tabletas ya se han afianzado. Han sido los dispositivos tecnológicos de más rápida implantación de la historia. ¿Ha llegado, entonces, la hora de los smartwatches, los relojes inteligentes (conectados)? En el sector, la apuesta es indudable. La presentación del nuevo Apple Watch en septiembre pasado era la última confirmación que necesitaban las principales compañías del sector.

El reloj de Apple, que estará a la venta en algún momento de los primeros meses de este año, puede disparar aún más el interés por estos productos, a tenor del efecto locomotora que suelen tener los modelos de Apple en muchos segmentos. Aunque no ha llegado al mercado en esta campaña navideña, el smartwatch en general ya es popular. El modelo más caro de los que están a la venta, el Samsung Galaxy Gear S, se ha agotado durante la presente campaña navideña.

El reloj conectado es una realidad. Ya está en la calle y en la lista de Reyes de algunos consumidores, aunque tiene pendiente diferenciar sus funciones de la que hacen otros dispositivos. Si todo lo que hace un reloj de este tipo ya está en el teléfono que llevamos a todas partes, ¿tendrá un valor real para los usuarios o corre el riesgo de convertirse en una moda pasajera? Los principales analistas creen que el reloj conectado ha llegado para quedarse.

La consultora Business Insider calcula que a lo largo del 2018 se venderán 91,6 millones de relojes de este tipo. Con precios que pueden bajar en los próximos años hasta situarse alrededor de 100 dólares (82,5 euros) por unidad, el mercado será de más de 9.100 millones de dólares, 7.500 millones de euros anuales. Otra consultora internacional, Gartner, calcula una cifra de 91,6 millones de unidades de pulsera vendidas durante el 2016, entre las que se incluyen todo tipo de monitores de ejercicio físico.

Juniper Research publicó en octubre una previsión de ventas de tecnología para llevar encima (wearable) desde los 27 millones del 2014, a 116 millones en el 2017. Otra predicción de analistas, la de CCS Insight, pronostica 135 millones de unidades vendidas en el 2017.

Además de utilizarlos para conocer la fecha, la hora o el clima, el hecho de que el reloj inteligente monitorice la actividad física, como hacen otros dispositivos específicos, con aplicaciones de podómetro y pulsómetro, no los distingue suficiente como producto.

Si su principal uso es como pantalla secundaria del teléfono para recibir notificaciones, es difícil justificar su adquisición a causa de sus precios.

De momento, la gran mayoría de los modelos están muy ligados a su uso junto con el móvil. El Samsung Galaxy Gear S puede ser usado sin el teléfono, ya que tiene la posibilidad de utilizarse con una tarjeta SIM propia para comunicarse, pero también necesita conectarse a un móvil (Samsung) para ponerlo en marcha por primera vez, para cargar aplicaciones y otras funciones.

El Gear S es el modelo más avanzado de Samsung, firma que en un plazo récord de 12 meses -entre septiembre del 2013 y septiembre del 2014- llegó a presentar seis modelos diferentes de reloj conectado y cada uno de ellos superaba y mejoraba al anterior. El último modelo es el más sofisticado, con posibilidades reales de uso como teléfono y una tan distintiva como indiscreta y enorme pantalla curvada y brillante.

Para hacer llamadas, los smartwatches son perfectamente funcionales, pero resultan poco naturales para el usuario, que acaba por sentirse protagonista de una obra de ciencia ficción, ya sea Star Trek, El coche fantástico o El Inspector Gadget. Es más práctico y menos escandaloso usar el teléfono que se lleva en el bolsillo.

Otro apartado destacable es el de la batería. En muchos casos, apenas aguanta con un día de uso. La mayoría, excepto los que llevan pantalla de tinta electrónica, como los e-book, son dispositivos que hay que poner a cargar a diario al final de la jornada, una característica que no cuadra bien con su posible utilización como monitor de sueño, una de las funcionalidades que ofrecen.

La llegada de estos dispositivos abre una nueva guerra de sistemas operativos. Google, con Android Wear, que ya incorporan modelos de Motorola; Asus, Sony, Samsung y LG, parece destinada a ocupar una de las mayores porciones del nuevo mercado. Samsung, que se ha convertido en los últimos años en el rey del móvil de la mano de Android. se ha decantado en los relojes por su propio sistema: Tizen.

Apple es caso aparte. En septiembre, anunció que su reloj tendrá dos tamaños, tres colecciones (aluminio, acero y oro) y 18 pulseras diferentes. Sus relojes tendrán pantallas de zafiro resistentes a las rayaduras y un novedoso sistema de uso de la pantalla mediante la corona del reloj.

Una prueba del interés que despiertan estos relojes es el Pebble, que en su campaña de captación de fondos por internet, en Kickstarter, recaudó más de 10 millones de dólares cuando sólo pedía 100.000. El público tenía claro lo que quería.

Las nuevas ‘apps’
El desarrollo de los nuevos relojes conectados va a abrir un nuevo sector de desarrollo de aplicaciones para estos dispositivos. Google, de momento, se ha posicionado de forma similar a como lo ha hecho con los teléfonos avanzados.
Con Android, ha creado un ecosistema que le convierte en una de las compañías que más beneficios obtiene en un jugoso mercado que todavía tiene por delante la incorporación de cientos de millones de nuevos usuarios, principalmente de los países con economías emergentes, como Brasil, India y China.

Para los teléfonos, Google ha creado Android Wear y varias compañías han decidido usarlo en sus relojes. Por otro lado queda Apple, que intentará seguir siendo una de las referencias para los desarrolladores de apps.

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